Un día sin Especias

Ayer me desperté con ganas de hacer un experimento: Un día sin Especias. Vaya una mierda de idea. Si lo sabía desde el principio, pero esa mañana había despertado con un ánimo científico irremediable. Así es que me dispuse a des-preparar todos los aliños que no ne iba a comer durante el día.

Comencé la mañana preparando un café sin cardamomo. Simplemente un café solo. Sin azúcar ni leche ni nada. Ni siquiera Cardamomo. Luego una tostada con tomate. Sin aceite, sin sal en escamas, sin eneldo y sin hinojo. Sólo tomate. Sin granos de mostaza ni Sal negra en escamas de esa que llaman Black Lava.

A media mañana una galleta dietética hiperedulcorada. Y un café de máquina de monedas en vasito de plástico, pero esta vez descafeinado, torrefacto e indigesto. Aún me sabe la boca como al que estuvo masticando pesetas. Este tente-en-pié tenía que darme suficientes energías para no morir de un letargo por tantas horas frente al ordenador. Estaba deseando romper con el plan cuando se llegó la hora de comer.

No comemos mucho a esas horas pero pasaron por mi cabeza desde un spaghetti a la boloñesa sin un toque picante de Chipotle, hasta una ensalada de cogollos de lechuga y canónigos sin pimienta rosa, sin sal en escamas, sin pimienta blanca ni negra. Pasando por un flan de vainilla sin vainilla. Sólo de pensarlo se me quitó el hambre.

Por la tarde, y al estilo Margaret Tatcher, un té negro sin canela, sin clavo, sin cardamomo ni vainas de vainilla ni ostias. Una galleta falsa otra vez, sin vainilla ni anís; sin cardamomo ni menta.

Para darme valor, decidí contar todas las calorías que me había evitado al no comer especias durante el día. La cuenta ni siquiera llegaba a una caloría. Menudo ahorro.

Antes de cenar he tenido un momento de claridad, quizás ocasionado por la falta de sabores en la sangre. O quizás debido al bajísimo nivel de emociones culinarias estaba entrando en algún estado de trance y de alta concentración. Entonces ví la luz. La respuesta a mi experimento estaba cada vez más clara. Había pasado uno de los días más insípidos de mi vida. No había evitado caloría alguna por el bajísimo valor calórico de la gran mayoría de las especias.

No había comido una sola cosa en condiciones. ¿Mi consejo? No intente usted este experimento en casa. No pierda su tiempo. La vida es corta. Yo me he atrevido por que soy profesional de las Especias y para que ustedes no tengan que pasar por esto nunca.

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